No te dejes, Inés de Arsen Dedić

 No te dejes, Inés


 .

No te dejes a los años, 

mi Inés
a otros movimientos y costumbres. 

Porque tu habitación aún está caliente, 

y agradable tu orden y objetos únicos... 

Tenías más gusto que yo;
tu habitación una maravilla... 
Tu casera está en el hospital... 

Desde siempre te diferenciabas

por el color de tus cartas, 

por tus regalos... 

Me acompañabas la mañana siguiente alrededor de las nueve hasta la estación... 

Y se derrumba el autobús verde

forzado por el viento otoñal como una hoja

por la pendiente de Belgrado... 

Estoy en mi traje de noche y rodeado de miradas... 

No te dejes mi juventud, 

No te dejes, Inés. 

Mucho tiempo fue preparada nuestra relación

y entonces por casualidad con el aguardiente caliente y con un par de frases, 

El deseo mal disimulado... 

Tus gestos de señora

y mofletes de campesina, 

Simplona mía y mi noble... 

Tus senos y tu cama, 

Y mi habitación que cuelga

en el aire como una naranja

como una lámpara de color naranja

sobre las verdes y oscuras aguas de Zagreb... 

La calle Las brigadas proletarias número 39

cerca de Grković. 

Los libros y los discos en las mismas estanterías, 

la calle mojada lejos de la ventana

y el ruido de los tranvías nocturnos... 

Los bonitos momentos de nostalgia, 

amor y pobreza... 

El uso del baño común

y "por favor si me busca alguien..."

No te dejes, mi juventud, 

No te dejes, Inés. 

He aquí, que me levanto para darle la vuelta al disco

Es eso indecente en este momento? 

Mozart – Requiem Agnus Dei. 

A mi lo que más me gusta es el principio... 

Tengo un millón de tiernos y vergonzosos detalles

de nuestra juventud

que nos está engañando delante de nuestros propios ojos y nos roba y abandona...

No te dejes, Inés... 

Rompe la entrada, 

cancela la cena, 

Engaña a tu marido

y vete a restregarte en un hotel mejor, 

Tócame con la rodilla debajo de la mesa, 

mi generación, amor mío... 

Sé que habrá más juventudes

Pero jamás como esta

Alrededor de 1938...

Yo no tendré con quien quedarme joven

si todos envejezcáis,

Y esa juventud me pesará... 

Y debe ser que usted tenga razón, 

Porque estoy solo en esta orilla

que habéis abandonado y entregado sin voluntad... 

Y otras vez llueve

como llueve en octubre en las islas. 

El mar de plomo

y el cielo de pinos. 

Las voces lejanas  entremezcladas, 

La voz de amigo, pariente, hermano, madre. 

La ropa recogida de prisa antes de la lluvia

Y desapareció la luz con esa blancura, 

Un poco más de paseo por el mar, 

Y se acabó... 

No te dejes, Inés. 














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